A veces la vulnerabilidad es un último recurso para vincularnos a la Esencia. La debilidad fÃsica puede ser una artimaña de lo Alto para dejar lo accesorio, para centrarnos en lo Verdadero. A veces la vulnerabilidad es la única forma de recuperar el sentido puro de la vida, de comprometernos de una forma más auténtica. Vulnerabilidad es la pausa que te regalas para reordenar la vida y sus importancias. No antecede a la muerte, sino al floramiento. No es deambuleo, sino peregrinaje, una de las formas en las que se viste la nostalgia del alma. La vulnerabilidad son sólo las costas del Absoluto, las riberas de lo Inombrable. No es Refugio definitivo, pero puede ser su porche soleado con primavera, su antesala tÃmidamente luminosa. Una de las formas de dejarnos atravesar por la vulnerabilidad es el ayuno. A veces alejarnos de la cocina, para ser más junto al incienso y el altar, para cocinarnos a fuego lento por dentro. Dejar de comer, sentirnos más vulnerables, es vernos más cercanos/as a Aquello a lo que aspiramos, a lo que, por encima de todo, anhelamos Ser. Somos cada dÃa más vulnerables, porque estamos cada aurora más despertando. Somos por lo tanto cada dÃa más entrelazados y hermanados. Estamos enteramente, gozosamente en las Manos de Dios. |
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